Política

LOS VECINOS DE VILLA ZAVALETA LANZARON SU PLAN ALERTA

proponen un monitoreo sobre las fuerzas de seguridad apostadas en la villa

VIGILANDO A LOS GORRAS

Vecinos de la Villa Zavaleta lanzaron su propuesta de monitoreo sobre las fuerzas de seguridad que operan en la villa, a través del que denominaron “Plan Alerta”, -“un modelo de Control Popular sobre las fuerzas de seguridad, sin ningún padrinazgo partidario ni financiero”-. Esperan así acabar con lo que ellos sostienen son abusos de parte de miembros de la fuerza sobre los vecinos inocentes.

El disparador (último) fue la muerte de Kevin Molina, un niño de 9 años, que fue asesinado por haber quedado en medio de un fuego cruzado entre malvivientes locales y “de afuera”, de más de 2 horas de duración y con más de 100 balas disparadas, sin que pesarán las alertas tempranas y los pedidos de los vecinos que sabían anticipadamente de la reyerta, hacia las fuerzas de Gendarmería y Prefectura apostadas, que no intervinieron para evitar lo sucedido. En el anunciado “ajuste de cuentas” de las dos bandas, murió Kevin y estalló así la ira de los vecinos de “bien vivir” –que son la mayoría-.

La denuncia de la revista local, “La garganta poderosa”, sobre la no actuación de la fuerza y sus constantes abusos sobre la comunidad villera, ocasionó un violento allanamiento sobre su redacción y más muestras de maltrato, por lo cual los vecinos decidieron implementar este plan que se venía gestando hace un tiempo a fin de controlar el accionar de las fuerzas de seguridad, que no los protegen y en cambio los atacan sin motivo.

El “control popular” de las fuerzas de seguridad será ejercido por “una comisión de vecinos elegidos por otros vecinos y organizados en turnos rotativos” que “controlará el accionar de los uniformados, con el fin de poder señalar sus irregularidades sistemáticas, en comunicación directa con el CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales), la fiscalía, la Procuraduría contra la Violencia Institucional (Procuvin) y una red de periodistas comprometidos con la causa”.

Los vecinos eligieron no quedarse “en los meros reclamos, ni en las investigaciones del episodio aislado, sino vomitar una estrategia comunitaria que nos permita mantenernos a salvo de estos fantasmas con gorra y escopeta, que hasta el día de hoy se pasean por nuestros pasillos con la impunidad que les otorgan el poder y ese chaleco sin nombre”. Señalan que todos los agentes de las dos fuerzas deberían llevar sus nombres y apellidos sobre el pecho, adheridos a sus uniformes. “Lo que nosotros buscamos es que se terminen las arbitrariedades y las persecuciones que ejercen sobre nuestra gente los miembros de la Prefectura y la Gendarmería, que actúan uniformados, pero sin identificarse con nombre y apellido (adheridos a la pechera), que requisan a los jóvenes y les quitan su DNI y hasta sus celulares, y que realizan detenciones o allanamientos ilegales, sin ningún motivo.”

Con toda la impotencia atragantada por el asesinato de Kevin y hartos de esperar inútilmente alguna respuesta real en relación al hostigamiento de Gendarmería y Prefectura, la asamblea poderosa de Zavaleta decidió poner en marcha un modelo de “Control Popular sobre las Fuerzas de Seguridad”, sin ningún padrinazgo partidario, ni financiero. Desde el domingo, una comisión de vecinos elegidos por otros vecinos y organizados en turnos rotativos controlará el accionar de los uniformados, con el fin de poder señalar sus irregularidades sistemáticas, en comunicación directa con el CELS, la fiscalía, la Procuraduría contra la Violencia Institucional (Procuvin) y una red de periodistas comprometidos con la causa.

Ubicados en una casilla que construyeron con “sus propios lomos y ladrillos”, frente a la Plaza Kevin, los “vecinos sin gorra” no tendrán como objetivo interpelar a otros habitantes del barrio, ni reemplazar a las Fuerzas de Seguridad, ni caer en la trampa de las acusaciones entre vecinos, sino exclusivamente registrar a los efectivos que intenten amedrentarlos sin identificación, armarles causas o romperles sus puertas sin órdenes de allanamiento, como así también denunciar los abusos de autoridad que resultan recurrentes sobre los pibes más desprotegidos.

De este modo, no sólo intentarán afrontar el miedo y las prácticas ilegales a las que permanentemente están sometidos los vecinos de las villas, por parte de la corrupción uniformada, sino también alumbrar la institucionalización de un método de participación ciudadana capaz de mejorar la seguridad en los barrios humildes, donde las muertes por violencia institucional ya ni siquiera hacen eco en los medios, ni en la política, ni en la Justicia. Y a su vez, aportarán así su mirada barrial a los expedientes judiciales que suelen ser una mera transcripción de las versiones policiales.

Acompañados por las escuelas de la comuna, el CELS, la Procuvin, numerosas organizaciones sociales y diversos organismos de Derechos Humanos, desde La Poderosa invitaron ayer al festival organizado por los amigos y familiares de Kevin para “presentar el único modo que encontramos de irse a dormir con la tranquilidad de que no perderán ningún otro pibe por la acción o inacción de las Fuerzas». Y agregan: “Desde ya, hacemos cargo al Estado de su responsabilidad sobre la seguridad de todos nosotros, incluidos los vecinos y vecinas que oficiarán como reguladores de las instituciones que, por sí solas, no han querido o no han sabido regularse, para garantizar nuestros derechos. Con o sin ayuda, la fuerza de Kevin nos bastará para cambiar esta realidad: hay una comunidad al servicio de la comunidad”.

Los vecinos contaron con el aval y el acompañamiento de la Procuraduría contra la Violencia Institucional (Procuvin), el Centro de Estudios Legales y Sociales (Cels), las Madres de Plaza de MayoLínea Fundadora, los docentes de las escuelas de la zona y un grupo de “periodistas solidarios” con la iniciativa.

N., madre de tres hijos, es una de las vecinas que han sido elegidas, por otros vecinos, para formar parte del grupo que ejercerá el “control popular” de las fuerzas de seguridad. Organizados en turnos rotativos, se van a encargar de regular el accionar de gendarmes y prefectos, “dado que el Estado no lo hace y los uniformados se mueven dentro del barrio con total impunidad para agredirnos, pero no hacen nada cuando tienen que intervenir para garantizar nuestra seguridad”, señalaron los vecinos en diálogo con Página/12.

N. cuenta un hecho concreto que le ocurrió a su hija, de 21 años, y a su yerno. “Hace unos días se retiraban del barrio luego de asistir a un cumpleaños familiar y los uniformados los interceptaron, los retuvieron y los verduguearon sin ningún motivo. Los pararon sólo para que repitieran ‘buenas noches’, ‘buenas noches’ muchas veces y le hicieron pasar un mal rato porque los maltrataron sin ninguna razón.” Otro chico, que se refugió en su propia casa para “evitarse un problema”, ya que varios gendarmes venían corriendo a otro joven que iba en su misma dirección, tuvo que soportar “que se le metieran en la casa, que le revolvieran y le rompieran todo, cuando él no tenía nada que ver con ese episodio”.

Roxana, la mamá de Kevin, tiene 13 hijos, seis de los cuales –incluyendo el niño asesinado– estaban con ella cuando ocurrió el tiroteo. Otro de los chicos, de 16 años, fue herido en un hombro. Cuando llevaba el féretro con los restos de su hermano, entró en crisis: “Por qué se murió él y yo sigo vivo”, repetía, quebrado por la pena. Un vecino comenta que la misma noche del velorio “uno de los uniformados le hacía burlas y se reía cada vez que llegaba alguien para dar sus condolencias; no nos respetan ni en el dolor”. Días después de la muerte de Kevin, cinco camionetas de Gendarmería llenas de personal de la fuerza se detuvieron frente a la redacción de La Garganta Poderosa, la revista de cultura villera, y realizaron un allanamiento sin orden judicial y sin motivo alguno.

Por esas razones, expuestas ayer ante la prensa, se formó el “grupo de control popular sin gorra”, como lo definen los vecinos. La plaza Kevin del barrio Zavaleta se llama así por otro chico, con el mismo nombre, que murió hace cinco años por otra “bala perdida”. Ayer congregó a una multitud de habitantes del barrio e invitados, para recordar al segundo Kevin víctima de una violencia que “nunca se ve reflejada en los medios de comunicación masiva; nosotros siempre somos los potenciales victimarios, nos estigmatizan todo el tiempo, pero nunca hay lugar en los noticieros para nuestros muertos”, señalaron en el acto los referentes de La Garganta Poderosa.

Abel Córdoba, el fiscal de la Procuvin, admitió al hablar en el acto que cuando alguien muere en un barrio pobre “los funcionarios policiales suelen actuar con agresiones y desprecio hacia las víctimas, porque hay un discurso policial que culpabiliza a la víctima y ése es el discurso que le llega a la Justicia que interviene en el caso”. En ese sentido, opinó que desde el Poder Judicial “los fiscales nos tenemos que encargar de que se respeten los derechos de esas víctimas porque tenemos que tener una respuesta reparadora de los encargados de imponer justicia, de gente que gana mucho dinero y no está haciendo su tarea como corresponde”.

Sobre el final se leyeron adhesiones del ministro de la Corte Suprema de Justicia Raúl Zaffaroni y del escritor y periodista Osvaldo Bayer, y también se hizo presente y habló en el acto, Nora Cortiñas, de Madres-Línea Fundadora.

Del encuentro participaron docentes de la Escuela Secundaria 6, del Distrito Escolar 5. El colegio funciona dentro del barrio Zavaleta. Uno de sus profesores, Francisco “Pacho” Reydo, un rosarino que fue víctima del terrorismo de Estado, destacó que este año egresa “la primera promoción de chicos de la villa que termina su secundario”. Dijo que esos pibes “devuelven con su amor tres veces lo que nosotros les podemos dar”. En ese sentido comentó que durante un taller que dieron en la escuela estudiantes de la Facultad de Filosofía de la UBA, uno de los chicos, de 17 años, agradeció así lo recibido de los docentes: “En la escuela primaria aprendí que uno más uno es dos: en la secundaria me enseñaron que uno más uno son mucho más que dos”. Para Pacho, ése es “el espíritu que reina en el barrio y por eso no queremos más violencia ni más pibes que se nos mueran”. El acto cerró con una suelta de globos multicolores, en homenaje a Kevin.

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