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TALLERES CLANDESTINOS, EN PLENA MUDANZA

Proliferan los talleres textiles clandestinos en la ciudad, aunque con una tendencia a mudarse a otros barrios distintos de los habituales: aunque Flores, Floresta, Parque Avellaneda y Mataderos aún concentran el 50% del total, este año muchos migraron a Balvanera, Almagro y Villa Devoto. Según el gobierno porteño, esto se debe al aumento de las inspecciones en las zonas de emplazamiento original.
Según la organización no gubernamental La Alameda y fuentes de la Ciudad, se estima que hay más de 2000 talleres textiles clandestinos en la Capital, donde una gran cantidad de personas trabajan bajo la modalidad conocida como «cama caliente», ya que duermen en el lugar de trabajo, son explotados laboralmente y viven en condiciones de hacinamiento y falta de higiene.
También se advierten en estos talleres otras irregularidades, como falta de habilitación, de matafuegos, presencia de cables de 220 voltios al alcance de la mano e instalaciones de gas no reglamentarias, signos de un alto grado de peligrosidad.
En lo que va del año, la Ciudad recibió un total de 200 denuncias de vecinos preocupados porque sospechan o advierten la existencia de talleres clandestinos donde el personal empleado es, en su mayoría, de origen boliviano y cumple horarios vergonzosos.
La Agencia Gubernamental de Control de la Ciudad (AGC), a cargo de las inspecciones, informó que durante este año realizó 2066 controles a talleres -en 2010 se hicieron 1425- y clausuró 249 por incumplimiento de las normas de seguridad, higiene y funcionamiento. Fue un 10% más que en 2010. Se detectaron 74 violaciones de esas clausuras, lo que motivó la formación de expedientes en las fiscalías correspondientes.
«Cada vez hay menos margen para la actividad ilegal. Desde la AGC queremos instalar la idea de que se hacen políticas de prevención y no de sanción», dijo Javier Ibáñez, director de la AGC. Agregó: «En el 60% de las fiscalizaciones efectuadas los establecimientos presentaron irregularidades, de las cuales un 50% se relaciona con el incumplimiento de las medidas se seguridad. Esta actividad es sumamente sensible y crítica, dado que en un muy alto porcentaje las personas que trabajan en los talleres residen en esos lugares con sus familias».
En una recorrida realizada por La Nacion, vecinos denunciaron la existencia de talleres ilegales, principalmente en los barrios de Flores, Floresta y Parque Avellaneda. Eso se observó en Lacarra al 1200, Galicia al 1400 y Argerich al 100, sitios cercanos a la avenida Avellaneda, uno de los puntos de venta de ropa económica más grandes que tiene la ciudad. Precisamente en esa arteria se ofrece trabajo en talleres con carteles en las fachadas de los comercios.
«Es muy grande la actividad ilegal que tiene la ciudad. Y los controles hoy no son tan importantes. Flores y Floresta siguen siendo los puntos más importantes donde los talleres textiles se esconden detrás de casas y donde se ejerce la explotación. El descontrol sigue», dijo Gustavo Vera, titular de La Alameda, ONG que combate la explotación laboral.
Esclavos del siglo XXI
El grave problema que se detecta en los controles de los talleres textiles es el trabajo esclavo, pues las jornadas laborales exceden lo permitido legalmente y, según dichos de los propios empleados, en muchos casos trabajan de 8 a 22, con media hora de descanso para comer, de lunes a sábados. Por eso perciben un salario de entre 600 a 800 pesos mensuales.
«Hay privación de la libertad, hacinamiento, alimentación precaria, maltrato y amenazas por parte de los talleristas. Además, encontramos muchas personas indocumentadas durante los operativos, que se realizan en conjunto con la Dirección de Migraciones, que constató que aproximadamente el 50% de las personas relevadas durante el último año en los talleres residen de manera irregular», comentó Ibáñez.
El maltrato que sufren algunos empleados en los talleres clandestinos es insólito. «Vimos casos de personas que cobran 50 pesos por semana. Sólo tienen el domingo libre y cuando salen de los talleres en su día franco les retienen los documentos para que no se puedan escapar. Es probable que los obliguen a confeccionar unas 100 prendas por día», explicó Lucas Majón, colaborador de La Alameda.
Para el director de la AGC, se está combatiendo eficazmente la actividad ilegal. Hay una correlación entre los barrios más denunciados y las fiscalizaciones efectuadas, aunque la AGC asegura que también realiza inspecciones y clausuras en barrios con pocas denuncias o sin ellas.
«En una primera etapa intensificamos los controles en los barrios más emblemáticos, como ser Flores, Floresta, Villa Lugano y Mataderos. Nos encontrábamos con casos extremos de servidumbre y trata de personas. Muchos de esos lugares se están regularizando. Un 15% de los lugares clausurados violan la clausura», concluyó Ibáñez.
Fuente: La Nación

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